martes, 17 de agosto de 2010

La teoría de los rostros.

Un poco de tiempo libre, me hizo dudar al ver diversos tipos de rostros, si el que llevamos con nosotros a lo largo de los años, sobre el cuello, nos viene así por defecto o se transforma con el tiempo, a punta de vivencias, gestos y experiencias, dando como resultado la cara que cargamos indefectiblemente de los veintitantos para adelante, edad aproximada (decisión arbitraria del autor de este mamotreto) en que nuestras facciones se establecen en forma definitiva, con inexorables variantes cronológicas, rumbo a la ancianidad.
Pensé en ello, inmediatamente después de ver a un tipo (empleado público (¡aj!) y sindicalista, además (triple ¡aj!)), cuyo rostro me transmitía sinverguenzura, conchudez de la mala, ignorancia, pero no esa ignorancia que todos tenemos en algún momento respecto de algo, si no, de la peor de todas, de la atrevida, de la que no sabiendo, le importa medio carajo aprender. Debía lo antes posible, resolver esta duda, que ya empezaba a quemar en el pecho, como toda cosa ignorada e inconclusa: ¿las caras son de nacimiento o se hacen con el tiempo?.
Luego de mi, quizá, ociosa apreciación, llevé adelante una mini encuesta (más ociosa aún), entre algunos amigos, que iba así: A la pregunta: Usted considera que el rostro que tenemos es consecuencia de: a) Nacimiento, b) Acumulación de experiencias ó c) Ninguna de las anteriores; obteniendo tras quince encuestados y media hora de trabajo, una rotunda victoria de la opción c), con trece votos a favor y dos carajo, huevadas preguntas, seguro es para tu blog (los cuales asumí como votos viciados), quedándome más intrigado, aún, que cuando empezé mi desvarío, pero ahora, seguro de la necesidad de cambiar algunos amigos.
Tratando de apuntalar una teoría válida, respecto al orígen y/o aparición en el tiempo de los diferentes tipos de rostros (gestos, sería un término más apropiado), y abrumado por los resultados poco auspiciosos de mi encuesta a boca de urna, pensé en los recién nacidos, en los bebés y en los niños, no encontrando en sus caras, alguna señal que denote siquiera una mínima dosis de cinismo, maldad o conchudez en sus almas; fue entonces que, contraponiendo al malbicho empleado público y sindicalista, además (motivo de mi afiebrada teoría sobre la cronología de los gestos) con los niños, llegué a una primera conclusión: así como todos nacemos inocentes, gorditos y tiernos, y el tiempo y la vida se encargan de convertirnos en lo que somos (iguales o peores (nunca se es mejor que un niño)), sucede exactamente lo mismo con los rostros que llevamos puestos, cambian junto a nosotros, y no solo se avejentan, y se resecan hasta agrietarse, sino también, cambian con nuestras actitudes (las buenas, las malas y las estúpidas), cambian hasta hacernos tomar la apariencia de una persona tímida, extrovertida, graciosa, aburrida, despierta, acojudada, inteligente, estúpida, virtuosa, defectuosa, buena gente, conchuda o demás, de acuerdo a como nos vaya en esta feria del Señor.
Dentro de todo este relajo, hueveo, ociosidad, pérdida de tiempo o como se le pueda llamar a mi intento por crear una teoría del porqué cada uno de nosotros tiene un letrero en el rostro que indica a grandes rasgos, y sin márgen de error (en muchísimos casos), el carácter por el que se nos reconoce, recordé a mi adorado Wilde y a su amado Dorian Gray, y como éste, siendo el personaje de una novela de ficción, representa mejor que nadie, la naturaleza humana, la transformación del rostro de acuerdo a nuestros actos y al paso del tiempo.
Probablemente, el empleado público y sindicalista de mierda, además, tuvo en algún momento de su infancia, una cara limpia, una cara buena, la que su propio entorno y posteriores actos y decisiones fueron transformando, hasta adoptar aquel destello a leguas de conchudo y coimero a la vela.
Duda despejada.

10 comentarios:

Inma dijo...

Erik, se te ha colado una falta; a sinvergüenzura le falta la diéresis. Borra este mensaje, por favor.
Mina

Inma dijo...

Los que trabajamos de cara al público nos enfrentamos a diario con rostros como el que tú describes. Afortunadamente, la experiencia hace que los "calemos" rápidemente.
Yo, con ese tipo de fulanos, tengo una estrategia infalible: Cuando empiezana avasallarme con su soberbia, los miro de frente y les digo: "Perdone, señor/a, pero yo todas las mañanas, nada más levantarme, me coloco ante el espejo y me insulto durante unos minutos". Así que es imposible que pueda usted decirme algo que ya no haya escuchado de mis propios labios".
No solo se callan, sino que quedan en evidencia.
Que es lo que peor llevan esa clase de canallas.

Erick M dijo...

Jamás lo borraría, Mina, querida, que quede como señal de mi torpeza y de lo mucho que me falta por ser un escritor respetable, gracias por la acotación, esa idiotez, merece tres azotes en la espalda desnuda y mojada.

Erick M dijo...

En cuanto a lo segundo, buena técnica la tuya, gracias por los coments y sobretodo por la correción Mina, querida.

Inma dijo...

Te juro que merece la pena hacerlo sólo por ver la cara que se les queda. Y es que no hay cosa que más me reviente que la gente que te mira por encima del hombro por ser una simple cajera de súper.
¡Qué sabrán ellos lo que llevamos dentro!

Erick M dijo...

Tranquila Mina, querida, cuando ganemos el premio Alfaguara, saldremos de esto.

Inma dijo...

¿Y una vida social plagada de parásitos, trepas y aduladores?

¡¡Quita, quita, me quedo con mi súper!!

Erick M dijo...

Lo que sea con tal de dormir hasta las tres de la tarde.

Lulu Ann dijo...

Erick querido!! como quisera yo poder dormir hasta las tres de la tarde y levantarme con una cara de felicidad absoluta por el simple hecho de haber dormido jejejej ... lastima que eso realmente no pase ...
Yo se que la cara de fresca no me la quita nadie :P pero tampoco se puede negar que a veces ayuda ponerse la careta y asumir caras falsas para no lidiar con gente cargosa... que se hace, asi es la vida ingrata :P

Erick M dijo...

Liu, querida, se te extrañó, que vivan las caretas, total de ellas está hecha el mundo. Gracias por el coment.