viernes, 30 de noviembre de 2012

No te enamores de mi.


No te enamores de mi. No soy una buena persona. No soy una mala persona, sino todo lo contrario, un tipo confundido. Nunca fui buen novio ni  buen amante ni  buen amigo. Tiendo a la soledad y al silencio.

Suelo desaparecer por días, tal vez semanas, en ningún caso por meses.  Acostumbro perderme en ficciones, esconderme en mis libros, protegerme del mundo y sus ruidos en medio de la calma de una habitación cerrada con una taza de té de mandarina caliente.

Habrán veces, y serán la mayoría, en las que estando triste no necesitaré un abrazo ni una palabra  de consuelo, simplemente que nos dejes solos, a mi y a mis histerias.  No lo llames egoísmo ni autosuficiencia, simplemente ganas de no molestar a nadie, Eso de andar importunando al prójimo con cuitas ajenas no me viene bien.

No te enamores de mi, no es conveniente para ti, tengo una historia a cuestas. Ya no es triste ni duele tanto pero me obliga a escribir con nombre propio acerca de lo que fue y pudo haber sido

No te enamores de mi. No se bailar, es más, le temo a quienes saben hacerlo, es más, los envidio, más aún, los detesto...no es cierto, solamente los envidio.

No te enamores de mi.  No soy hombre de familia ni de hipotecas a veinte años ni de niños propios, prefiero la soledad, los alquileres y  los  niños ajenos, dan menos sensación de arraigo y permiten partir cuando los días se vuelven iguales, grises, aburridos.

No te enamores de mi, verás que será mejor. No soy buena compañía, suelo no estar, o, lo que es peor, estar sin estar presente, hundido en mis fantasías, viviendo en el pasado y en lo que vendrá, en lo que espero y quizá nunca llegue, lejos del mundo real, lejos de ti.

No te enamores de mi. 



lunes, 25 de junio de 2012

¿Quién soy?


Llevo una doble vida. Como un súper héroe. Como un justiciero. Como un amante vigoroso. Como un maricón de mierda.

Soy dos personas, o tres, hasta cuatro, si me esfuerzo, pero, básicamente dos personas: la que trabaja para vivir y la que vive para leer, y, de vez en cuando, para escribir. 

La primera, me absorbe la fuerza vital, me vuelve un ser opaco, un ser vencido, un autómata rodeado de números, rodeado de reglas, de horarios y de gente odiosa. La segunda, me eleva, me narcotiza, me transforma en la mejor versión de mí mismo.  La primera, paga las cuentas, compra mi silencio, alienta el conformismo, se caga en mi libre albedrío.  La segunda, es comprensiva, no pide algo a cambio, solo minutos de tiempo que me sobren en el día. 

Las dos conviven conmigo. Las dos soy yo. Me soy infiel con ambas. Soy víctima y victimario en medio de un círculo vicioso ad infinitum.  A las dos las necesito, a una por amor a la otra por dinero.

En resumen: soy un cobarde en horario de oficina que va rencontrando lo poco que aún le queda de valor, lentamente, en cada paso que lo aleja, después de las cinco y treinta, de la fábrica de pusilánimes en masa que a diario lo afrenta, lo envilece, lo sodomiza.  Pero, también, soy un buen tipo, un lector esforzado, un aspirante a escritor,  una mejor persona entre las páginas de un  libro o frente a una hoja virgen, frente a una hoja en blanco.

Llevo una doble vida. Como un súper héroe. Como un justiciero. Como un amante vigoroso. Como un maricón de mierda.


GENIALIDAD: CORTESÍA DE MORIS, EN LA VOZ DE FITO PÁEZ



sábado, 23 de junio de 2012

Favor de no joder a don dios.


Dios le da barbas al que no tiene quijada.  Y le da carne al que no tiene dientes, decía mi abuelita. Quizá no sea culpa de don dios.  Tampoco es que nos deje muy bien parados esto de andarle echando  la culpa de todo, ¿no?  .  Ya bastante ocupadito debe andar el pobre con los niños del África y con lo del VIH, y con el problema aquel de los curas violadores, y con el calentamiento global y sus respectivos terremotos, tsunamis y demás, y con los diabólicos inventos estos del condón y la pildorita del día siguiente,  y tratando que el tal Ratzinger ese no meta la pata tan seguido ahuyentándole la clientela, y, sobre todo, preparando el fin del mundo para fin de año.  Es decir.

¡No!, no es culpa de don dios.  Es culpa nuestra: humanidad inconforme, desagradecida, fastidiosa y mamarrachenta.  Nunca estamos tranquilos e insistimos en zurrarnos a diario sobre el último de los diez mandamientos que tanta chamba le costó al buen Moisés hacernos llegar, soplándose cuarenta días con sus noches arriba de un cerro, el pobre: “No codiciarás los bienes ajenos”.

Como decía, no es culpa de don dios, es culpa nuestra: humanidad inconforme, desagradecida y etcétera, etcétera.  No nos resignamos a ser lacios ni ondulados, queremos ser siempre exactamente lo contrario.  
Si tenemos el cabello negro lo queremos rubio, o rojo, o anaranjado y viceversa.  Si somos muy delgados, nos quejamos, si somos gordos, sin dejar de masticar, pegamos el grito al cielo maldiciendo al regio, a la regia o a los dos.  Si trabajamos en una oficina, quisiéramos andarnos las calles y si trabajamos en la calle, añoramos un horario de oficina. Si somos casados, envidiamos la libertad del soltero y, los solteros (no siempre), deseamos los hijos, la chimenea y el calor de hogar del matrimoniado. De niños queremos ser adultos y, ya de adultos, daríamos lo que fuese por volver a ser niños.  Teniendo a la pareja linda, buena, inteligente, cariñosa, nos quema la entrepierna por la ruca o por el puto. Si somos chatos: queja.  Si somos altos: queja. Si tenemos auto: "tráfico de mierda". Si viajamos en bus: "¡Pof!, dios santo, como le apesta el sobaco a este cobrador" y, por si acaso, también: "de mierda".

Nuestro estado natural es la queja, la inconformidad hacia aquello que no podemos cambiar o que, en todo caso, no es tan importante cambiar.  Dejémonos en paz un rato, aceptémonos como somos, no trastoquemos lo que no tiene importancia, dejemos en paz a don dios que ya bastante chamba tiene, sobre todo con Ratzinger.


VIDEO: CORTESÍA DE UNA GENIALIDAD DEL BUEN MEL BROOKS.






sábado, 21 de abril de 2012

El ¿por qué? de mis lecturas.

Leo para escapar, para huir de lo que me rodea, de lo que me asfixia, de lo que me alcanza y, leo, sobre todo, para huir de mí. Lo hago para fingir que tengo más de una oportunidad, y no una sola (como es en realidad) para ser quien quiero y no puedo o no alcanzo a ser. 

Leo para pensar que existe un borrón y nueva cuenta, también para mí. 

Para dejar de ser quien realmente soy, al menos por un rato, agazapado bajo la piel de algún personaje de ficción, hasta que termine abruptamente el chorro de palabras con un punto mandón y tirano, leo.

Leo para darme la oportunidad, mientras dure el libro, la historia, el cuento, de imaginar que puedo solucionar problemas y desfacer entuertos solo cerrando una tapa o volteando una hoja.

Leo para creer que puedo comenzar de nuevo o, simplemente, que puedo no seguir más si así me lo cantasen las pelotas en un momento dado.

Leo por ser un escritor falto de talento, incipiente, relajado, dado a lo fácil, pero, en contraparte, por ser un lector esforzado, añoso, disciplinado, pundonoroso, leo.

Leer es mi forma de estar cerca al oficio de escritor. 

Leo porque me gusta la soledad pero, no sentirme solo, y un texto siempre da la sensación de una soledad acompañada. Acompañada de personajes, de historias, de frases.

Leo porque la fe ciega me calienta el oído por las noches  con la cantaleta que a punta de  largas horas de lectura llegaré a ser, con ayuda divina o del demonio, pero con alguna ayuda, un tremendo escritor, un buen escritor, al menos, un escritor y, yo, le creo, por eso leo.


                                 
                                 

  

viernes, 13 de abril de 2012

La vida no es una película.

La vida no es  una película, o, al menos no una buena, es solo una comedia  mediocre y de bajo presupuesto. No nos ha sido dado un soundtrack para ninguno de nuestros momentos Kodak, y eso ya deja mucho que desear de los directores, productores o de quién demonios sea el responsable de nuestra triste cinta serie C.  Es decir, es improbable, por no decir imposible, oír la voz de Michael Bolton arrancándose, desgarrada pero oportunamente, con un “When a man loves a woman”, mientras, paseando por una librería y esta vez si de imposible manera, encuentras al amor de tu vida, deslizando distraídamente, y como quien no quiere la cosa, los dedos sobre las tapas de los mismos libros que tú, solo que en sentido contrario, dándote la oportunidad de un cruce de manos, de miradas y de caminos.

Pretender  desconectarse del mundo haciendo un viaje a lo largo de un año y hasta el otro lado del planeta, en plan “Eat, pray and love” es absurdo, ni siquiera un fin de semana completo y ni a Huacho a veces.

No tenemos la suerte de tener un señor Miyagui en el barrio que nos entrene en el duro oficio de la vida, encerando y puliéndole el auto  ni regándole el bonsai siquiera, a lo más, debemos conformarnos con un señor Wilson de vecino que nos joda la vida sin nosotros ser “Dennis, The Menace”, y, por muchísimo menos que eso, nos mande al serenazgo en visita de rutina todas los fines de semana y sin falta siempre que tenemos la "osadía" de invitar a más de cuatro gatos a nuestra propia casa. ¡Turbamulta!, grita el muy huevón.

Antes de los créditos finales, ni sueñes con que el fin de la película serie C es contigo siendo joven, amado, exitoso, millonario y  con una sonrisa Colgate en primerísimo primer plano, ¡no!, ¡qué vá! y, mucho menos contigo descalzo paseando tu dicha inacabable a la orilla del mar con el amor de tu vida (si, ese que no encontraste en la librería) rodeándote el cuello con los brazos en estado de felicidad perfecta luego de sortear todas las vicisitudes del mundo, calculadamente puestas en el camino, por un macabro pero, al fin y al cabo, bondadoso guionista, para resaltar a través de la historia tu integridad, tu fe y, sobre todo, tu superdotada inteligencia, ¡ni lo sueñes!, tu escena final es, en el mejor de los casos:  tú, en rigor mortis, previamente enfermo, y tras una larga agonía, metido en un cajón, haciendo el solitario viaje a las profundidades de la tierra, ni cremado ni esparcido en el océano,  this is too expensive.

En buen cristiano, al final de la película mamarrachenta, nos damos cuenta epifánicamente  que fuimos extras de nuestra propia vida. Que no tuvimos dirección ni producción, que nos equivocamos hasta en los decorados y que nuestro personaje, ni siquiera apareció en los créditos.


sábado, 7 de abril de 2012

Tal vez esto sea la soledad.

Tal vez esto sea la soledad, la velocidad de un auto a lo lejos, el silencio apretado entre cuatro paredes, la ausencia de ruidos en la habitación de al lado, los pasos que se esfuman  en la noche, los que tanta falta hacen.  El maldito pitido en los oídos enrostrándote el  vacío de la casa. El aire frío que ya nadie abriga, la luz amarilla de los postes por compañía, las palabras que no alcanzan, que vienen poco, que vienen nunca, para ayudarme a entender  lo que siento.  La hoja en blanco en el ordenador, el alma extraviada en los recuerdos.  El teléfono sobre la mesa, en silencio hace tanto tiempo.  El reloj que avanza sin darme cuenta.  Las oportunidades perdidas esperando el regreso.  Una ventana encendida cruzando la calle, los pájaros de la mañana anunciando a trinos la vuelta a la vida, a la vida sola, a la vida en vano. Tal vez esto sea la soledad.