lunes, 29 de marzo de 2010

coprolalia adolescente

Nunca me gustaron los reencuentros de ex-alumnos, por eso de que hay gente a la que honrando el buen recuerdo, no deberíamos volver a ver ni dejar que lo vean a uno, sin embargo aquella vez y debido a la insistencia de Ximena, mi novia, accedí a la invitación a duras penas pero Xime, sin corbata, dando muestra de mi soberanía, disminuída si, pero aun presente, que asi es cuando te enamoras.

Ocho en punto p.m, Circulo Militar, Avenida Salaverry s/n Jesús María, gran reencuentro agustiniano, promoción 99 "Hugo Foscolo"; habían pasado diez años y nunca supe quien chucha fue Hugo Foscolo, disculpen la ignorancia y la falta de curiosidad, pero bueno, estacioné el auto cerca a la puerta por si había que huir del pasado en algún momento de la noche, prendí mi Mp4 justo en una canción de EMF, Children, la de Calígula, que terminó dándome el último empujoncito de valor para entrar y comprobar que tanto había envejecido, o no.

Una vez dominados los nervios iniciales y luego de buscar durante algo mas de diez minutos la mesa que indicaba el ticket que acompañó la invitación y de reconocer a lo lejos a algunos de mis antiguos compañeros, respiré profundo y me preparé para los apretones de mano, las sonrisas, los abrazos y los consabidos: hermano ¿que tal?, ¿cómo estás?, estás igualito, el tiempo no pasa por ti y todo el rollo que se suelta luego de tanto tiempo sin contacto visual. Contra todo pronóstico, fue genial volver a ver a todo ese grupo con el que había compartido tanto, con el que crecí y al que en ese instante me arrepentí de no haber seguido frecuentando, salvo a algunos con los que aun compartíamos conciertos de Mar de Copas, noches enteras en "Mochileros" y de vez en cuando "enchiladas campesinas"...ahhh, que buen reencuentro, fui feliz al vernos a todos en la manada original, la manada del quinto "D".

La noche transcurrió entre bromas y recuerdos, entre tragos, joda, incluso lágrimas y mas recuerdos, pasada la medianoche de los veinticinco que fuimos en un principio, diez ya estaban fuera de combate, adormilados a causa de la poca sangre que aun quedaba en el torrente de alcohol que vagaba por sus venas.

Fue notorio que en los diez años que pasaron desde la fiesta de promoción hasta este día, algunos crecieron mas que otros, pero al oír la alucinante propuesta del flaco Mejia, todos y sin excepción regresamos al patio del colegio y a nuestros dulces dieciséis, dando por sentado que el flaco de mierda seguía siendo de lejos y con record mundial incluido, el mas chancho de todos nosotros.

-¡Oigan maricas, vamos a mear en mancha la puerta del colegio! -gritó eufórico, levantando su decimoquinta botella de cusqueña-.

La primera impresión de la manada fue de asombro, los borrachos dormidos abrieron los ojos como platos y los sobrios nos cagamos de la risa, sin tomar en cuenta la seriedad de las palabras del flaco y de que manera incendiarían la lejana adolescencia de todos los que oímos aquel grito de guerra. Una vez pasado el asombro empezamos con la discusión de los pro y contras de tan arriesgada y quizá infantil idea. Habiendo determinado ya, quienes estábamos dentro y quienes no de la misión, procedimos a planear todo con el mayor de los cuidados, tratando de ser y salvando las distancias "Los Magníficos", todos quisimos ser Anibal Smith, pero de Murdocks no pasamos y eso.

Tres de la mañana, con el plan en la cabeza y el flaco Mejia a la cabeza del plan, marchamos en fila india por la Javier Prado, excitados por lo que vendría y con la vejiga llena de municiones y ráfagas de orines aguantados y exclusivos para el portón del colegio que daba para la calle Castañitas, íbamos cantando partes del himno agustiniano, juventud alza ya tu bandera, y en la lid entrad noble y audaz..., mezclado en versión libre con guatanericonsul yupi pa mi yupi pa ti, suriguaniguanaga...decadencia total por lo que estábamos a punto de hacer y por lo que cantábamos.

Llegamos al destino, a nuestro Iwo Jima, a nuestro propio desembarco en Normandía, eramos doce, repartidos en cuatro autos, las corbatas sueltas (yo no traia, desde que salí de casa, por lo de la soberanía), y las ganas al tope.
Primer obstáculo, Juancito, el de la puerta, en los 12 años que pasamos en el colegio, nunca nadie lo vio cabecear, ni siquiera pestañear, mucho menos dormir, era un roble el tipo, pero habían pasado ya diez años y los ojos se cansan así que al llegar lo que encontramos fue un Juancito menoscabado por el paso del tiempo, durmiendo con la cabeza apoyada en la ventana de su pequeña caseta, ni sombra del cancerbero que fue en algún momento, pero era Juancito, leyenda, mártir, prócer, la historia viva del colegio.

Nos alegramos de verle, era nuestro mejor recuerdo de esa etapa de nuestras vidas: amigo, leal, gracioso y muy hábil para armar pelotas con papel y cinta scotch, redonditas quedaban las condenadas. Decidimos no despertarlo pero al verlo asi, tan dormido y tan viejo, un sentimiento extraño empezó a jodernos la mision, no podiamos cagar (o mear en este caso) a Juancito, él seria al que putearian y quien tendria que limpiar la soberana embarrada que pensábamos hacer, asi que poco a poco el impetu meón que llevamos con nosotros se fue apagando, unos no bajaron del auto, se habían dormido nuevamente, y los que logramos el desembarco, despertamos sin querer pero con toda la intencion a Juancito, éste, abrió los ojos sobresaltado pero reconociéndonos de inmediato a pesar de algunas panzas y barbas, nos saludamos como los amigos que eramos.
-¡¿Qué hacen acá y a esta hora?!, es tardísimo muchachos, ¿acaso no era hoy su fiesta de reencuentro?, que gusto verlos carajo, han crecido un montón pero están igualitos -nos ametralló Juancito-.
Le fuimos contando de a pocos lo que planeabamos hacer y se iba cagando de risa cada vez mas, no cambian carajo, era su muletiila antes de cada carcajada.
Poniéndonos al dia en nuestras vidas, se nos fue pasando la madrugada y ya empezaba a clarear, las municiones empezaban a disparase sin ordenes superiores, y Juancito, siempre tan amigo, no dudó un minuto en ofrecernos si bien no el portón del colegio, al menos las macetas que lo adornaban, para descargarlas, cumpliendo de alguna extraña manera la misión que nos convocó aquella noche en la que terminamos jugando al futbol con el portón del colegio como arco y una pelota hecha de papel y cinta scotch, prometiendo volver de vez en cuando, para las revanchas respectivas.

lunes, 22 de marzo de 2010

...asi no queremos estar.



Dedicado a todos los que renunciaremos este año a nuestros trabajos para hacer lo que nos salga del forro...luego de pagar las deudas, obviamente.

...pequeña historia de algo inconcluso.

Aquel día, desperté al alba y con ganas de ser reconocido por mis queridos amigos Miguel y Cinthia como el mejor "regalador" de bodas del mundo, si no el más pudiente, al menos el más original. Quince minutos después ya había tomado el auto y enrumbado, no sin antes efectuar la higiene matinal, no completa pero suficiente, al barrio chino.
Ya en el camino, unos gruñidos aterradores me hicieron recordar que había olvidado el ritual del desayuno y no se me ocurrió mejor idea para invitarlos a callar que contarles en voz alta lo que más tarde, en cinco minutos, se los juro, estaríamos comiendo: una generosa porción de siu mais jugosos y calientitos, flanqueados por unos riquísimos trozos de chicharrón ahumado que sólo he podido encontrar en el chifa de la ancianísima, buenísima y de mi mamá amiguísima señora Lock - Tataje, linda y sobretodo contundente cuando de alimentar amigos e hijos de estos se trata.

Lluego de infructuosos esfuerzos por encontrar un lugar donde estacionar, hallé uno casi a diez cuadras de mi objetivo. Dejé el auto, ya empezaba a hacer calor, un calor de los que amenazan con el infierno en la tierra para el mediodia.

Fue así que: hastiado, podrido, sudoroso y odiando al mundo entero, juré que mi siguiente viaje al barrio chino no sería en taxi, ni en bus si no como los machos, a pata limpia, si bien no pidía comprarme un helicóptero, al menos podría canjear las tres horas de negociaciones con veinte taxistas antes de que uno de ellos acepte traerme hasta Abancay o a alguna de sus paralelas, por menos de quince soles, aún así sea desde la plaza Manco Cápac (mucho tráfico flaco), por algo de ejercicio cardiovascular que tanta falta me hace.

A pesar de todo, iba convencido de hacerles el mejor regalo de bodas, sus nombres grabados en la acera del mismísimo barrio chino, me aproximé a la caseta de informes y expliqué lo que andaba buscando con mi mejor sonrisa y tono de voz; dos minutos bastaron para romper en pedacitos mi tan original regalo que no iba a ser de esos grabados en ladrillo color rojo, que por abundantes se pierden entre el tumulto si no de los de mayólica que se ven tan singulares y sobre todo importantes.

- Imposible señor, los de color blanco estan reservados para instituciones, personas jurídicas y algunas celebridades - me indicó cortésmente la señorita de los informes -.
- Entonces...podríamos escribir: "Miguel y Cinthia por siempre S.A" o S.A.C, si, creo que se verá más bonito S.A.C, sociedad anónima cerrada, por lo de la privacidad y la fidelidad, usted me entiende ¿no? - comenté inocentemente tratando de salvar la situación -.

No causó mucha gracia mi ocurrencia, que fue en verdad sin ánimos de burla, y ya muy tarde noté mi desatino cuando en un tono menos amable, me di en las narices con un "imposible" que ya ni siquiera acompañaba al "señor" ni a la cortesía de hace un rato.

Sin ganas de argumentar debido al calor infernal, a la cola detrás de mi y a las diez cuadras que me esperaban, tan largas y burlonas, di media vuelta y dirigí mis pasos con rumbo al Jirón de la Unión, en busca de una plancha, una licuadora o algún regalo de aquellos, como para personas naturales.