sábado, 21 de abril de 2012

El ¿por qué? de mis lecturas.

Leo para escapar, para huir de lo que me rodea, de lo que me asfixia, de lo que me alcanza y, leo, sobre todo, para huir de mí. Lo hago para fingir que tengo más de una oportunidad, y no una sola (como es en realidad) para ser quien quiero y no puedo o no alcanzo a ser. 

Leo para pensar que existe un borrón y nueva cuenta, también para mí. 

Para dejar de ser quien realmente soy, al menos por un rato, agazapado bajo la piel de algún personaje de ficción, hasta que termine abruptamente el chorro de palabras con un punto mandón y tirano, leo.

Leo para darme la oportunidad, mientras dure el libro, la historia, el cuento, de imaginar que puedo solucionar problemas y desfacer entuertos solo cerrando una tapa o volteando una hoja.

Leo para creer que puedo comenzar de nuevo o, simplemente, que puedo no seguir más si así me lo cantasen las pelotas en un momento dado.

Leo por ser un escritor falto de talento, incipiente, relajado, dado a lo fácil, pero, en contraparte, por ser un lector esforzado, añoso, disciplinado, pundonoroso, leo.

Leer es mi forma de estar cerca al oficio de escritor. 

Leo porque me gusta la soledad pero, no sentirme solo, y un texto siempre da la sensación de una soledad acompañada. Acompañada de personajes, de historias, de frases.

Leo porque la fe ciega me calienta el oído por las noches  con la cantaleta que a punta de  largas horas de lectura llegaré a ser, con ayuda divina o del demonio, pero con alguna ayuda, un tremendo escritor, un buen escritor, al menos, un escritor y, yo, le creo, por eso leo.


                                 
                                 

  

viernes, 13 de abril de 2012

La vida no es una película.

La vida no es  una película, o, al menos no una buena, es solo una comedia  mediocre y de bajo presupuesto. No nos ha sido dado un soundtrack para ninguno de nuestros momentos Kodak, y eso ya deja mucho que desear de los directores, productores o de quién demonios sea el responsable de nuestra triste cinta serie C.  Es decir, es improbable, por no decir imposible, oír la voz de Michael Bolton arrancándose, desgarrada pero oportunamente, con un “When a man loves a woman”, mientras, paseando por una librería y esta vez si de imposible manera, encuentras al amor de tu vida, deslizando distraídamente, y como quien no quiere la cosa, los dedos sobre las tapas de los mismos libros que tú, solo que en sentido contrario, dándote la oportunidad de un cruce de manos, de miradas y de caminos.

Pretender  desconectarse del mundo haciendo un viaje a lo largo de un año y hasta el otro lado del planeta, en plan “Eat, pray and love” es absurdo, ni siquiera un fin de semana completo y ni a Huacho a veces.

No tenemos la suerte de tener un señor Miyagui en el barrio que nos entrene en el duro oficio de la vida, encerando y puliéndole el auto  ni regándole el bonsai siquiera, a lo más, debemos conformarnos con un señor Wilson de vecino que nos joda la vida sin nosotros ser “Dennis, The Menace”, y, por muchísimo menos que eso, nos mande al serenazgo en visita de rutina todas los fines de semana y sin falta siempre que tenemos la "osadía" de invitar a más de cuatro gatos a nuestra propia casa. ¡Turbamulta!, grita el muy huevón.

Antes de los créditos finales, ni sueñes con que el fin de la película serie C es contigo siendo joven, amado, exitoso, millonario y  con una sonrisa Colgate en primerísimo primer plano, ¡no!, ¡qué vá! y, mucho menos contigo descalzo paseando tu dicha inacabable a la orilla del mar con el amor de tu vida (si, ese que no encontraste en la librería) rodeándote el cuello con los brazos en estado de felicidad perfecta luego de sortear todas las vicisitudes del mundo, calculadamente puestas en el camino, por un macabro pero, al fin y al cabo, bondadoso guionista, para resaltar a través de la historia tu integridad, tu fe y, sobre todo, tu superdotada inteligencia, ¡ni lo sueñes!, tu escena final es, en el mejor de los casos:  tú, en rigor mortis, previamente enfermo, y tras una larga agonía, metido en un cajón, haciendo el solitario viaje a las profundidades de la tierra, ni cremado ni esparcido en el océano,  this is too expensive.

En buen cristiano, al final de la película mamarrachenta, nos damos cuenta epifánicamente  que fuimos extras de nuestra propia vida. Que no tuvimos dirección ni producción, que nos equivocamos hasta en los decorados y que nuestro personaje, ni siquiera apareció en los créditos.


sábado, 7 de abril de 2012

Tal vez esto sea la soledad.

Tal vez esto sea la soledad, la velocidad de un auto a lo lejos, el silencio apretado entre cuatro paredes, la ausencia de ruidos en la habitación de al lado, los pasos que se esfuman  en la noche, los que tanta falta hacen.  El maldito pitido en los oídos enrostrándote el  vacío de la casa. El aire frío que ya nadie abriga, la luz amarilla de los postes por compañía, las palabras que no alcanzan, que vienen poco, que vienen nunca, para ayudarme a entender  lo que siento.  La hoja en blanco en el ordenador, el alma extraviada en los recuerdos.  El teléfono sobre la mesa, en silencio hace tanto tiempo.  El reloj que avanza sin darme cuenta.  Las oportunidades perdidas esperando el regreso.  Una ventana encendida cruzando la calle, los pájaros de la mañana anunciando a trinos la vuelta a la vida, a la vida sola, a la vida en vano. Tal vez esto sea la soledad.