lunes, 28 de junio de 2010

Retorno.

Ya no era necesario ponerse de puntitas para mirar a través del vidrio, pasaron quién sabe cuántos años desde su último día de escuela, y quién sabe cuántos más queriendo regresar; después de todo y sacando cuentas, fue el único lugar en el que fue feliz, y, hoy, despúes de tanto tiempo y de tantos golpes de la vida, estaba de vuelta, parado frente al mismo portón con vidrio roto que lo vió alejarse aquel último día de clases en busca de un futuro que no le llegó como esperaba.

A pesar de su aspecto extraño, nadie se inquietó ante su presencia, era como invisible por los años, por el tiempo que pasó, como una gran nada, como un agujero sin color ni misión sobre el planeta, un alma echada al olvido.

Siempre formó parte de los mohínos crónicos, de los inconformes, de los "Ícaros" que buscan cerca al sol, la felicidad que les es esquiva en la tierra, y que a pesar de los esfuerzos por esconderse en condición de árboles, dentro de un bosque, para que nadie los note, para no joder con su mundo propio, se pasan la vida buscando aprobación en las miradas; pero como toda condición extraña, la suya, solo tendría un final, la fama o la indiferencia.

Y fue así, que sumido en la más completa indiferencia, volvió a su portón, quién sabe cuántos años después, para tratar de encontrar un poquito de felicidad del pasado, en algún recuerdo ído, en alguna mirada que aprobara y le diera a través de la nostalgia, un poco del poco, pero tan entrañable calor de hogar que sintió en ese edificio ahora olvidado, como su propia vida, como su impasible muerte.

viernes, 25 de junio de 2010

Del año en que lloré dos veces.

Yo tenía ocho añitos y lloré, sin entender porqué, lloré, el llanto vino solito, un llanto raro, con bolita caliente en el pecho y no por golpe, corte, herida ni cocacho, si no de los que duelen más, un llanto de los del alma.

Diez de junio de mil novecientos noventa, flash a boca de urna, Fujimori sesentaidos por ciento, Vargas Llosa treintaiocho, el escritor de la primera novela que leí en mi vida, "La ciudad y los perros", no sería presidente, perdió, y ante un chinito chiquito, buena gente pero chiquito y no escritor, además.

Al ver el flash, sentí una opresión en la garganta que solo calmó, por decirlo de alguna manera, el llanto que vino luego, al ver llorar a mi abuela, los países merecen los gobernantes que tienen, y, a ti Varguitas, a ti, mi Varguitas, no te merecemos, hubieras nacido en España, carajo, sentenció, enjugándose las lágrimas, en uno de sus arranques recordatorios de abuelo español y con escudo, que te habrás creído, que le daba cada cierto tiempo.

Ocho de julio del mismo año, sobre el final del partido, penal a favor de Alemania, Brehme patea, Goycochea, el mejor arquero del mundo entero, se estira y no llega, gol alemán, Alemania campeón mundial, Argentina llora, Maradona llora y yo con ellos solo que más.

Aquel día, veía la tele con mamá (acotación previa y un poco extensa: nací en una familia sin Alianzas Limas, Us o Cristales, fui feliz, soy feliz y voy por la vida orgulloso de ello, así que estar viendo fútbol y con mi madre al lado, era ya una situación bastante extraña, pero justificada, debido a la fascinación que ejercía y ejerce aún, Diego Armando Maradona sobre mi mami, desde la vez aquella en que de novios con papá, fueron de viaje a Buenos Aires, a ver un Boca - River (pura moda y disfuerzo, ya que ninguno de los dos se explica hasta hoy, porque si los arqueros pueden tomar el balón con las manos, no aprovechan esa ventaja para atravesar la cancha y depositarlo en el arco contrario, de puro idiotas, dicen) y el "Pelusa", lanzó un beso a la tribuna, el cual, según mi madre fue dirigido y premeditado hacia su mejilla, quedó para siempre prendada del "pibe".), primero por adhesión a mi viejita, ese día mis gritos fueron albicelestes, pero con el transcurrir del encuentro, el hinchaje me salió solito, ya en los meses posteriores, conocí a Charly García, Fito, Calamaro (ya conocía a Cerati y su Soda Stereo) y mi nacionalización no oficial, fue total, pero esa es otra historia.

Luego del gol alemán, y al terminar el partido, lloré por segunda vez aquel año, por segunda vez con ese llanto de los del alma (de las otras formas había llorado bastante más), y con solo ocho añitos.

Al ver las lágrimas de Maradona y compañía, me hermané en dolor con un país campeón del mundo en el ochentaiseis y que hoy, cuatro años después y a punta de tener al mejor jugador del mundo entre sus filas, era el candidato de todos para revalidar su conquista, país al que con un gol tramposo y chapucero, le habían robado, como al Varguitas de mi abuela hace un mes atrás.

A partir de ese año y luego de tanto llanto de los del alma, decidí que sería escritor y que sería argentino, o mejor aún, un escritor argentino, como Borges, para que no me pasara lo del Varguitas de mi abuela, en un país que merecía a los gobernantes que tenía (¡dos veces Alan!, que paisito) y para reivindicar el llanto corajudo de todo un pueblo campeón del mundo en el ochentaiseis, cuna del mejor jugador también del mundo, y al que le robaron un mundial.

Yo tenía ocho añitos y lloré, sin entender porqué, lloré, el llanto vino solito, un llanto raro, con bolita caliente en el pecho y no por golpe, corte, herida ni cocacho, si no de los que duelen más, un llanto de los del alma.

sábado, 19 de junio de 2010

La muerte y la alegría.

Era el último recuerdo de su antigua vida, las medias de seda que usó su padre antes de morir, la última persona que lo ataba a esta casa, a este pueblo, el último eslabón de su tristeza, no estaba más.


Siempre le dolió ver a ese hombre tan arrogante, fuerte y autosuficiente, al que tanto admiraba, convertido por el paso de los años, ni siquiera en sombra de lo que algún día fue, condenado a una silla de ruedas y a un cuerpo que no contenía su ímpetu del pasado.

Quizá fue lo mejor que pudo pasar, siempre la muerte es incomprendida por el dolor que causa, pero algunas veces sirve para enderezar destinos, para volver las cosas al cauce natural, Dios tiene caminos extraños, decía su madre, y ahora, empacando sus cosas, contemplando el par de medias de seda, todo volvía a tener sentido, a pesar de la normal y justificada tristeza que lo embargó al morir su padre, el derrotero del futuro se tornaba claro, transparente, el hombre que tanto quería y por el que tanto sufrió hasta su muerte, hoy descansaba en paz, lejos de sus penas y limitaciones, y él, él, era libre.


Como todo en su vida, hasta esto le sucedió al revés, después de la calma, a él, le vino la tormenta, al morir su padre sintió sosiego, paz, tranquilidad, rozando peligrosamente con la alegría, su padre no sufriría más y él podría retomar su vida donde la había dejado desde la maldita enfermedad.

¿Soy una mala persona, si me alegro por una muerte, por la muerte de mi padre?, y fue con esa pregunta que le comenzó la tormenta, se autojuzgó y condenó, en cuestión de segundos por el delito de corazón frío a la pena máxima de encierro absoluto e indefinido, dentro de su propia casa, sin derecho a vida, a pan, agua, y recuerdos tristes, sí, así debía ser, un ser como yo, un deshecho humano, un infeliz que celebra la muerte de su propio padre, no merece más que el encierro y el desprecio.


Así terminó sus días, con la balanza inclinada en su contra en el juicio que él mismo se entabló contra el extraño dueto muerte-alegría, con el dilema de, si al causarle la muerte, alegría, él era un monstruo o simplemente un ser humano que podía empezar a vivir, luego de cuidar a su padre aún a costa de su propia vida.

viernes, 18 de junio de 2010

Ausencia feliz.

Tomó la mochila con la fortaleza que se gana a punta de golpes en la vida, era el primer acto de valentía en mucho tiempo, programó su canción favorita en el reproductor portátil y pretendió enderezar el destino, hacerle el trabajo al mismísimo Dios, como te confundiste conmigo viejito lindo.

No más semáforos de mierda a las seis de la tarde, ni nuevo día, de mierda también, a las seis de la mañana, si la vida es una sola y no hay opción a repetir para enmendar, me largo, bajo en la esquina, pensó, no me extrañen por la ausencia, recuérdenme por el dolor, dejó escrito en la pared de su habitación, siempre fue amante del drama barato y efectista, pero esta vez, esta vez, iba en serio, la vulgaridad del mundo terminó de llenarle el vaso, Fabián no soportaba un minuto más montado en el caballo salvaje en que se le volvió la vida, desde que empezó a dejar de lado sus sueños y por consiguiente su vida en aquel trabajo, para variar, de mierda.

De chico pensaba: si me pagan bien, que importa, limpio baños con la lengua, ja, que cojudez tan grande, y fue de grande que entendió el karma negativo que encerraban aquellas palabras, entendió que la libertad no tiene precio, que la vida sin hacer lo que te place, es una vida ni siquiera a medias sino a un cuarto, por eso, aquella tarde, tomó la mochila,y partió con su canción feliz en los oídos, con rumbo a cualquier parte, pero lejos, far from here, very,very far.

No dejó dicho dónde, ni si algún día volvería, pero además de la nota en la pared, dejó una sonrisa inmensa en el ambiente, una sonrisa de libertad, que sintieron todos los que luego entraron a su habitación, buscando noticias suyas, partió feliz, atinó a decir su madre, con sentimientos encontrados, de alegría por el hijo fugitivo, al fin, como el quería, y de pena por el hijo ausente.

Nadie lo lloró, al menos los que lo querían bien, sabían que donde estuviera, sería feliz, lejos de esta vida para la que no estuvo hecho y que tanto daño le hizo a diario, Fabián era un alma libre y como tal debía vivir en su propia libertad, sin semáforos a las seis de la tarde ni nuevo día a las seis de la mañana.

sábado, 12 de junio de 2010

Pequeño ensayo sobre la anhedonia.

Anhedonia, incapacidad para sentir placer, pérdida de satisfacción o interés en casi todas las actividades, generalmente causada por tener que trabajar tantas horas al dia durante toda la vida, o hasta que te jubiles, que al fin y al cabo da lo mismo, las negritas son aporte del autor de ésta proclama, a la definición clínica.

No faltará y con justa razón quienes digan: este tipo se queja y no hace nada por solucionarlo; si no eres parte de la solución eres parte del problema, pamplinas, lectores de "El Secreto", tonterías, lectores de "¿Quién se ha llevado mi queso?", en Lima no existen los secretos y yo me llevé tu queso ¿y?, paparruchadas sin sentido, mis queridos mercachifles del libre albedrío, tetelemeques deepakchoprianos, esas son chuchumecadas de tia, frasesitas hechas al alimón sin conocimiento de causa, ¿porqué estar a favor o en contra?, ¿porqué tomar posición por algo?, ¿porqué no simplemente comprender que la vida es una sola y que perder el tiempo en tomar partido, es morir un poco?, ¿solución o problema?, anhedonia pura y dura.

Desde aquí, reivindico el derecho y el deber de todos a no sentirnos parte de nada, o de lo que simple y llanamente nos dé la gana, hoy, me declaro anhedónico, por convicción y por joder, al fin puedo declararme algo en esta viña del señor, soy feliz (ojo, la definición de anhedonia dice: pérdida de satisfacción en casi todas, mas no en todas las actividades), mi anhedonia me da placer, me hace sentir diferente, quizá un tanto importante, no cualquiera cuenta con un término clínico para reemplazar la vulgar y manoseada ociosidad.

Desde hoy, podré colocar, sin reparo ni verguenza alguna, mi condición anhedónica, en todos y cada uno de los formularios que vengan por llenar: el seguro de vida anual, las historias clínicas, la declaración jurada de impuestos, el registro en aeropuertos... Ocupación: ANHEDÓNICO, anhedónico por convicción.

viernes, 11 de junio de 2010

Mi vida en una canción.

El Oso - Fito Paez.

La canción le pertenece a un músico argentino apellidado Moris, ¿les ha pasado alguna vez que al oír una canción, sólo les queda llorar?, la ha tocado Daniel F, en una versión muy buena, pero ésta, ésta es genial.



Yo vivía en el bosque muy contento,
caminaba, caminaba sin cesar.
Las mañanas y las tardes eran mías,
a la noche me tiraba a descansar.

Pero un día vino el hombre con sus jaulas,
me encerró y me llevó a la ciudad.
En el circo me enseñaron las piruetas,
y así yo perdí mi amada libertad.

"Conformate" me decía un tigre viejo,
"nunca el techo y la comida han de faltar,
sólo exigen que hagamos las piruetas
y a los niños podamos alegrar".

Han pasado cuatro años de esta vida,
con el circo recorrí el mundo así.
Pero nunca pude olvidarme de todo,
de mis bosques, de mis tardes y de mí.

En un pueblito alejado
alguien no cerró el candado
en una noche sin luna
y yo dejé la ciudad.

Ahora piso yo el suelo de mi bosque,
otra vez el verde de la libertad.
Estoy viejo, pero las tardes son mías,
vuelvo al bosque, estoy contento de verdad.

jueves, 10 de junio de 2010

El escritor de suicidios.

Se miró al espejo, entre feliz y asombrado, lo había conseguido, al menos en la facha, su apariencia era la de un escritor, un escritor por fin, un escritor inmerso en brillantes e importantísimos proyectos literarios, que verían la luz tan pronto él lo decidiera, estaba tocado por la gracia.

Llevaba la barba crecida, acusando el mes que pasó lejos de todo, enclaustrado en una habitación de dos por dos, en soledad autoinfligida, en retiro creativo, como solía llamar a sus últimas desapariciones, las que duraban mas de tres días, las otras, eran por puro trago.

Cual dios de las letras, al trigésimo día, decidió descansar, volver a la civilización, mostrar su creación, su obra maestra, la novela que lo llevaría derechito y sin escalas al "Príncipe de Asturias".

Él, era Vargas Llosa, que Vargas Llosa, ni que mula muerta, con el respeto que te mereces Marito, eres latino, yo, universal, de Flaubert no bajaba el puta, se pasó treinta días a punta de pan, doritos, gatorade y con el mismo calzoncillo, mínimo debía tener entre las manos un "Madame Bovary", que si no...

Antes de abandonar su autoexilio, se encargó de concertar vía teléfono celular, y recién prendidito además, una visita al departamento de su primer lector, su amigo de toda la vida, la primera víctima de su afiebrada y novata literatura, el buen Ramirito Lascurain, se jodió el buen Ramiro.

Sin quitarse esa facha, que lo hacía sentir más escritor de lo que jamás podría llegar a ser, se dirigió a casa de Ramiro, y en el camino, no una sino varias dudas empezaron a asaltarlo, quizá debió haber presentado directamente su manuscrito a Alfaguara, a Seix Barral, a Planeta, si lo lee Ramiro, quizá por amistad diga que es bueno y en verdad resulta siendo una buena mierda o peor aun una mierda mala, al hecho pecho, y como quien no quiere la cosa, tocó el timbre, despacito, como si cuanto más quedito apretara menos ruido hiciera, el muy huevón.

Ramiro lo recibió como al amigo famoso que estaba destinado a ser, pase mi querido Nobel dos mil once, adelante a esta humilde morada.

- Sin cacha Ramiro, sin cacha -respondió sonriendo el Nobel dos mil once-
- A ver Ernestito, muéstrame tu bebé.

Ernesto, sacó de la mochila, con sumo cuidado, como si en efecto se tratara de un bebé, el cd que contenía su novela, la que le ayudaría a pagar las cuentas de ahora en adelante, a vivir como siempre había deseado: leyendo, escribiendo, durmiendo, siendo reconocido, nunca se sintió parte de nada, y ésta, ésta era su oportunidad de conseguir al fin su lugar en el mundo.

Doscientas ochentaisiete páginas, en las que hablaba de sucidio, amor, abandono, suicidio, reivindicación, frustraciones, suicidio, desencanto, ilusiones, otra vez suicidio y un final impresionante, de película de Hollywood, con un personaje principal tan esquizoide como tierno, tenía todos los elementos para ser un bestseller, sin la calidad literaria de un Bryce en "La vida exagerada de Martin Romaña", pero era su primera vez, no seamos duros con él, la primera, no siempre duele, pero se aprende.

- Hermano, te luciste -¿comentó Ramiro, al teléfono, una semana después?-

Hermano te luciste, era la única frase que dentro de sus desvaríos, repetía incansablemente Ernesto, al trigésimo segundo día de haber comenzado su retiro creativo, cuando fueron a buscarlo a su habitación, la de la soledad autoinfligida, al no reportarse a trabajar luego de un mes de vacaciones, encontrándosele en estado calamitoso, delgado, deshidratado, temblando en posición fetal y sonriéndole a la nada, con una computadora enfrente en la que resplandecía un solitario párrafo: COMO LA VERÓNICA DE COELHO, HABÍA DECIDIDO MORIR: POR COBARDE, POR PENA, POR FRUSTRACIÓN Y POR INCOMPETENCIA PARA LLEVAR A CABO SU VOCACIÓN. ERNESTO DÁVILA (PREMIO NOBEL 2011).

martes, 8 de junio de 2010

Treinta dias y ochocientas noches.

Llegó el día, nada como la libertad, nada en esta vida como el ansioso ritual de búsqueda y acopio en bolsita de supermercado de tus cosas, desperdigadas por la oficina, una a una, contando las pocas horas que faltan para la ida y sin retorno, al menos hasta dentro de treinta días; libros, discos, algunas revistas, un par de halls, una puntita de pan que alguna vez tuvo jamón, diarios antiguos: ..."tigresa del oriente, el nuevo "boom" en youtube", papeles que creíste perdidos, y cada uno de estos objetos, te llevan a un recuerdo, recuerdos del año que pasó, lento, lento como debe ser el tiempo de espera por algo genial.

Que lo pases super, y el chistecito de marras: mandas fruta jaja...¡carajo!, no me voy a una chacra, y a ti, ni un caramelo monterrico, vieja bruja, claro seño, como no,...hoy, no importa, a palabras necias, ...darles prisa, asi que, run Forest, run, hoy nada empañará mi felicidad, hoy, después de trecientos treintaicinco días vuelvo a ser libre, vuelvo a ser yo, por treinta días solamente, pero yo, y eso me produce placer celestial, orgásmico.

Paso el bendito día mirándome el reloj, ¿cómo carajo puedo estar apelmasado nueve horas al día en esta puta silla?, ¿en qué momento me mudé a Guantánamo y dejé de querer cantar, dejé de querer escribir?, ¿en qué momento me decidí a dejar de vivir?.

Luego de los respectivos ¡muacks! y de los varoniles abrazos y apretones de mano, al fin consigo poner un pie fuera del castillo de la desilusión, dejando a buitres, dragones, brujas y bufones detrás, logro escapar hacia mi libertad, hacia mis treinta días de higiene mental, emocional, ¡ahhh!, salubridad total.

Tomo el taxi y a mayor distancia, sonrisa kolynos, mientras mas lejos, mejor cara, la vida es rosa y los sueños, sueños son y la felicidad a partir de hoy y por decreto dura treinta días.

Treinta días, veré a mis anchas la inauguración del mundial, veré jugar a Argentina que junto al Barcelona es el único fútbol que me gusta ver, dormiré hasta las tres de la tarde, escribiré hasta las tres de la mañana, dormiré de día y viviré de noche, como debe ser, empezaré a contar sicóticamente los días que me quedan por volver a la mazmorra, estaré feliz cada día y más triste mientras más se acerque el volver, volver, vooolveeeer, ranchera de mierda.

Nos regalan treinta días de vida por cada año que morimos encerrados, mal negocio, terrible negocio, la vida o la bolsa, yo escojo la vida, muy pronto escogeré la vida, mientras tanto, a esperar, a seguir soñando, a seguir comprando tinkas, a buscar nuestra oportunidad en esta historia, yo, a seguir contando días, los que me faltan para volver a empezar.


Marito Sinatra.

Llegó como despidiéndose, con un adiós feliz en la sonrisa; eso de que dios aprieta pero no ahorca lo tenía morado desde que vino al mundo, pero al verse de pie ante tanta gente, apuntado al rostro con esas luces potentísimas que le daban calor, lo más parecido al calor de hogar que tuvo en la vida...fue inmensamente feliz, se sentía como su adorado Frank, llevaba un traje negro noche y una camisa impecable que el canal le había conseguido, con un pañuelo rojo en la solapa, esa noche fue Sinatra, Marito para los amigos.

Pisó el escenario con esa desconfianza que te dan setentaitantos años de lucha diaria contra todos los problemas del mundo, para darles lo mejor que podía a quienes a pesar de tanto tiempo y ausencia aun seguía amando, años de lucha diaria que le servían solo para beber ahora, intentando de esa manera olvidar, en cada fondo de los vasos, su vejez y su abandono, aquel que nunca comprendió, y al que lo condenó sin mas explicación que una nota desagradecida y muy hijadeputa, la mujer que tanto amó, llevándose con ella a los dos pequeños que lo adoraban y por los que el hubiese dado la vida entera, por los que dejó de cantar, para dedicarse a labores decentes, total, cantar es de maricones y muertos de hambre, rompiéndose el alma en trabajos que iban quemando a fuego lento su gran voz y sus pulmones...eres un luchador Marito, que jamás nadie diga lo contrario.

Su frágil figura, maltratada por la pena, sus setentaitantos y el alcohol, trastabilló al ingresar al escenario, el que a pesar del adiós feliz en la sonrisa, le parecía hostil y lejano, pero, era al fin, su sueño, el sueño de su vida hecho realidad, si lo hago bien, ellos me verán, vendrán a buscarme, mis pequeños me verán, deben ser ya unos hombrotes ¿podre abrazarlos otra vez?, ¿se acordaran de mi?...y si no me ven...ya ni se acordaran de mi, iba pensando Marito, mientras lo presentaban como "La Voz",... aquella noche, Marito canto para que lo encontraran o mejor aún, para que lo quisieran.

Al verlo entrar tan flaquito y tan perdido, los jueces y el público, pensaron que sería una de tantas performances, de esas que pasan al olvido, o de las que quedan en el recuerdo más por empeño y por coraje, los que a esa edad, se parecen más a la ternura, que por talento y le aplaudieron a rabiar, como si nuestro Marito se fuera a morir en ese mismo instante, y quisieran regalarle su mejor ultimo recuerdo.

Con ustedes Frank Mario Sinatra Acevedo..."La Voz", dijo el presentador, entre descreído y enternecido por la frágil imagen de su presentado, Marito toma el micrófono, gracias, aclara la voz, violines y...

I know I said that I was leaving
But I just couldn't say good-bye
It was only self-deceiving
To walk away from someone who
Means everything in life to you

You learn from every lonely day
I've learned, and I've come back to stay

Let me try again - let me try again...

A media canción todo fue lagrimas, sonrisas, aplausos, amor para el viejo Marito, el que tan esquivo le fue durante años, y que vino a darle alcance en el lugar más inimaginable del universo, un plató de televisión y entre millones de desconocidos que fueron por unos segundos los hijos que nunca vió crecer.

El público seguía con atención y nostalgia de buenos momentos, la voz genial y sublime del gran Marito, pero así como antes de apagarse, las velas nos regalan su más brillante resplandor, Marito brilló como de aquí hasta el sol para irse apagando de a poquitos, junto a sus recuerdos y su pena, tan lejos de casa, soltó el micrófono, dobló las rodillas, cayó al piso, con su adiós feliz en la sonrisa, sintiéndose querido y sabiendo que en algún lugar del mundo, sus pequeños, sus ahora hombrotes sabrían que aquella noche, su padre había cantado para ellos, como cuando hace años antes de dormir.