sábado, 19 de junio de 2010

La muerte y la alegría.

Era el último recuerdo de su antigua vida, las medias de seda que usó su padre antes de morir, la última persona que lo ataba a esta casa, a este pueblo, el último eslabón de su tristeza, no estaba más.


Siempre le dolió ver a ese hombre tan arrogante, fuerte y autosuficiente, al que tanto admiraba, convertido por el paso de los años, ni siquiera en sombra de lo que algún día fue, condenado a una silla de ruedas y a un cuerpo que no contenía su ímpetu del pasado.

Quizá fue lo mejor que pudo pasar, siempre la muerte es incomprendida por el dolor que causa, pero algunas veces sirve para enderezar destinos, para volver las cosas al cauce natural, Dios tiene caminos extraños, decía su madre, y ahora, empacando sus cosas, contemplando el par de medias de seda, todo volvía a tener sentido, a pesar de la normal y justificada tristeza que lo embargó al morir su padre, el derrotero del futuro se tornaba claro, transparente, el hombre que tanto quería y por el que tanto sufrió hasta su muerte, hoy descansaba en paz, lejos de sus penas y limitaciones, y él, él, era libre.


Como todo en su vida, hasta esto le sucedió al revés, después de la calma, a él, le vino la tormenta, al morir su padre sintió sosiego, paz, tranquilidad, rozando peligrosamente con la alegría, su padre no sufriría más y él podría retomar su vida donde la había dejado desde la maldita enfermedad.

¿Soy una mala persona, si me alegro por una muerte, por la muerte de mi padre?, y fue con esa pregunta que le comenzó la tormenta, se autojuzgó y condenó, en cuestión de segundos por el delito de corazón frío a la pena máxima de encierro absoluto e indefinido, dentro de su propia casa, sin derecho a vida, a pan, agua, y recuerdos tristes, sí, así debía ser, un ser como yo, un deshecho humano, un infeliz que celebra la muerte de su propio padre, no merece más que el encierro y el desprecio.


Así terminó sus días, con la balanza inclinada en su contra en el juicio que él mismo se entabló contra el extraño dueto muerte-alegría, con el dilema de, si al causarle la muerte, alegría, él era un monstruo o simplemente un ser humano que podía empezar a vivir, luego de cuidar a su padre aún a costa de su propia vida.

3 comentarios:

Angie dijo...

Hey, yo tampoco puedo dormir, pero por razones distintas, hoy me tocó trabajar de madrugada así que aprovecho en leer tu blog de esta manera despierto un poco. Sobre este post creo que cada persona afronta el dolor de distinta forma, en mi caso, y es porque creo que la vida no se limita a la terrenal, creo que la muerte es sólo un paso para algo mejor, sin embargo, esta no sería la única manera de afrontar una pena o quizá no sea la más inteligente pero, lo cierto es que tener esperanza ayuda y desear que se alivie el dolor de un ser querido es un sentimiento muy humano y por ello inevitable, me gusta tu personaje es muy sensible.

Erick M dijo...

Dos comentarios, en menos de una semana, en serio se agradece Angie, yo tampoco creo que la vida se restrinja a lo terrenal, debe ser por eso que la muerte no me atemoriza ni me duele,salvo por la ausencia,pero estoy convencido que luego viene algo mejor y si no al menos descansamos de nuestro tedioso día a día.

Angie dijo...

jijiji es verdad dos comentarios y sin necesidad de amenazarme , tu sigue escribiendo y si ganas el premio recuerda que hice 2 comentarios en menos de una semana jajajaja