sábado, 17 de julio de 2010

Frente al espejo.


Aquella madrugada, frente al espejo, viendo los ojos gastados que le enmarcaban el rostro, trató de buscar dentro de si, algún rastro, una pequeña señal de la niña altiva, hermosa y de cabello largo que habitó en ella hace no mucho tiempo, y, no encontró más que recuerdos.

A pesar de la vida que le tocó (o que buscó) y que jamás imaginó para ella, ese instante frente a sí misma, la llenó de nostalgia de la buena, se sintió invadida por un sentimiento del que ya no recordaba mucho, de algo parecido a la dicha.

Volvió la mirada diez años atrás, hasta el momento en que caminaba del brazo del mozo más deseado de la escuela, en medio de las miradas de admiración de los que en ese instante ella, consideraba su pueblo de humillada cerviz, y vaya que lo eran, y cómo la admiraban, era Valeria Rivera, la reina de todas las escuelas de Lima, la inalcanzable, la más bonita, quien estudiaría medicina y se casaría con un cirujano, quien tendría dos pequeños, un niño y una niña, rubios como el sol, por quien su marido, daría la vida, con casa en San Isidro y Cieneguilla, con la vida perfecta, con la historia soñada.

Recordando todas estas cosas, sonreía, era feliz, repetía con los ojos cerrados real y metafóricamente a su presente, los gestos y movimientos de aquella vez en la que fue coronada reina de la primavera por tercer año consecutivo, era Valeria Rivera, debía recordarlo, aunque sea un instante, para no morir de pena y de miseria.

Repetía su nombre incansablemente como tratando de convencerse de ser ella, aún, a pesar de todo. Valeria Rivera, Valeria Rivera, reina de la primavera, pero en lugar de curarla, cada letra de su nombre la hería aún más, recordándole que el tiempo no regresa, que la vida se vive solo una vez, que el destino no es reembolsable, y que somos víctimas del camino que elegimos.

A lo lejos, se dejaba oír el rumor de la mañana, se le iban esfumando los recuerdos, y su rostro se acentuaba más en el reflejo, poco a poco volvía a su presente, tan distinto a lo que jamás pensó.

El reloj marcaba las cinco, debía dejar de soñar con el pasado, y preparar el desayuno, hoy había comité de limpieza en el colegio de sus hijos, el 2032 de Cieneguilla, debía atravesar la ciudad entera, y despertar de su ensueño, la vida se encargó de volverla en Valeria Rivera, ex reina, ex promesa, madre y padre, y de darle una dicha distinta, ver crecer a sus hijos en el anonimato que da la vida humilde, una vida lejana.

2 comentarios:

Luna dijo...

Regresaste al fin! y de la mejor manera, un relato sencillamente encantador.

Erick M dijo...

Y para quedarme, al menos hasta la siguiente pataleta, gracias Luna.