martes, 27 de julio de 2010

A mi amiga Mikela.


He vivido poco pero lo suficiente como para saber que nunca conoceré una persona tan pegada a sus sueños y tan feliz de estarlo como Mikela, una mujer de veintinueve años, un metro cincuentaitantos de estatura física y tres metros de la que en verdad te hace grande, ojos profundos como sus convicciones, labios sabios y delgados, y una historia hermosa, por extraña.

Íbamos al mismo curso, siempre alejada, distraída y en silencio, repasaba el salón con mirada traviesa e infinitas veces más inteligente que todas las miradas del mundo juntas, no por callada menos precisa, ni por distraída menos aguda en su forma de entenderlo todo, absolutamente todo, desde la última novela de Ruiz Safón (su autor favorito), pasando por los vaivenes de la economía mundial, hasta aterrizar de sopetón con carcajada incluída y sólo para los amigos (carcajeaba tan sonora y melodiosamente solo para los amigos), en el último escándalo del “gringo” Karl y “Flor de Huaraz”, con “Shaguimán” incluído.

De ella aprendí que el Parque Central de Miraflores, el “Keneddy”, es residencia de cientos de gatos, de incontables razas y tamaños, los que son dueños de una pequeña ciudad detrás de la iglesia, que ayudó a colonizar.

Cada miércoles y cuando puede en la semana, pero obligatoriamente cada miércoles, llueve o truene, Mikela pasea por los alrededores del parque, dejando en cada recoveco, vasijas de agua con vitaminas, trozos de atún, comida especial y balanceada para gatos, y toda cantidad de adminículos inimaginables con que consentir a sus protegidos.

Por ella, conocí a Mechita, una linda señora (una especie de Mikela del futuro), risueña, inteligentísima, bondadosa como tres hermanas de la caridad juntas. Aún recuerdo aquella primera expedición en la que mi gran amiga Mikela me enseñó el lado que yo desconocía o simplemente miraba de soslayo, por idiota e ignorante, como si de locos se tratase, el lado en el que coexisten gatos y humanos en una rara cofradía que los hace felices, dando y recibiendo “ad infinitum”, cofradía en la que Mechita es reina y Mikela, princesa heredera.

Mikela me enseñó “La Noche”, Barranco y Mar de Copas, y que en “La Noche”, toca mejor Mar de Copas, me enseñó Charly, Fito y Argentina, me demostró infinidad de veces que el silencio es sabio, que la música cura todo, incluso más que el tiempo, me enseñó a odiar el trabajo, los lunes y la cronología del éxito, a aborrecer a Deepak Chopra, Og Mandino y Paulo Coelho, la trinidad tetuda como les dice.

Me demostró que la amistad fraterna entre hombres y mujeres existe y es muy buena, que el pelear por lo que quieres no es talento exclusivo de Forest Gump, que el té con café sabe a gloria y que un vaso de emoliente en mañana de invierno, pero sin alfalfa, es manjar divino, me enseñó a perder la fe en los que aún la tienen, esperanza sinverguenza y convenida que le decía, y yo aprendí, pero jamás como ella.

Quizá este post no tenga un solo comentario, ni me sirva para ganar el concurso, pero Mikela parte el mes que viene rumbo a Francia, y yo le prometí una novela, un personaje basado en ella, por lo pronto (perdón por la procastinación) y con todo el cariño del mundo, te regalo un post, para que lo leas cuando estés lejos y quieras un poco de gatos y de amigos peruanos, buen viaje Mikelita, nos vemos en “La Noche”, cuando vuelvas, SAY NO MORE.

4 comentarios:

Luna dijo...

Existen ocasiones en las que las personas que nos "distraen" de nuestro sendero, a paso equino, nos invitan a caminar por el suyo demostranos que éste no es precisamente recto. Como imán, nuestra alma las sigue, hipnotizada, sientiendose dichosa de ver el horizonte tan amplio ahora.."almas del mismo costal" dicen por ahi... si bien separadas por fuerza, por la misma, en la vida, se cruzan y no se separan jamás... aunque sea en la memoria...Tierno y encantador.

Erick M dijo...

..."almas del mismo costal", dice mi amiga Chumi, gracias Luna, por los comentarios de siempre, me animas a seguir escribiendo, gracias otra vez.

Anónimo dijo...

Si, he visto esos gatos. Son tantos...
y hasta los he visto dormir en el parque abrazados a las 11 de la mañana-
Y yo creo más que son almas de otro costal que te animan a salir del tuyo para conocer y aprender aquello que no creíste posible.
Yo tengo tambien una Mikela, lo peor es que nunca le dije lo lindo que era ir paseando por ahi maravillandome de cada redescubrimiento.
Feliz tú, que si lo has hecho.
Bravo Erick.
La desconocida.

Erick M dijo...

Gracias desconocida, gracias por tomarte el terrible trabajo de leerme, mil gracias, y dile a tu Mikela que la quieres,nunca es tarde.