jueves, 22 de julio de 2010

Ensayo sobre la rutina.


El reloj rondaba las seis de la mañana, un olor adormecido se asomaba en la ciudad; de manera ilógica, esto, lo había despertado, el aroma a sueño, el hedor a parsimonia; al abrir los ojos, sintió el ambiente enrarecido, ese amanecer era distinto a los anteriores, intentó ponerse en pie, un frío extraño le inundó el cuerpo, trastabilló el paso hasta conseguir mirar por la ventana, su curiosidad pudo más que el temblor en sus facciones, temblor de hielo, de miedo.

El departamento que ocupaba en el centro de Lima, tenía una vista privilegiada de lo que ocurría en el diario andar de los oficinistas de la zona, desde su lugar, Facundo alcanzó a ver una nube gris en pleno cielo de verano, cubriendo el paso de los transeúntes, expandiéndose y borrando gestos en su marcha, ennadeciendo rostros, la nube (o la sombra, como después reconocería), avanzaba a paso ligero, como ansiosa por devorar todo lo que tuviera por delante, dejando una estela de desasosiego, cubriendo más y más espacio de aquel pedazo de ciudad.

Detuvo su mirada, como congelándola, en un hecho que le pareció ilusorio, aún más extraño, la nube detenía su marcha solo sobre cabezas adultas, sobre los de saco y corbata, de los absortos en sus pensamientos, a esos, a esos les robaba hasta el brillo de los ojos, los dejaba inertes, sin expresión, sin hálito de vida, pero vivos, doble sufrimiento.

Facundo, contemplaba ensimismado esa especie de marcha fúnebre, de la que niños y algunos adultos salían librados, sin siquiera darse cuenta de la presencia de la misma, ¿por qué?, ¿de dónde salió?, ¿qué significa?, ¿qué está pasando?, eran demasiadas preguntas sin respuesta para una mañana que debió ser como cualquier otra.

Algo aún más extraño ocurría, al parecer, solo Facundo era capaz, desde su ventana, de ver la nube-sombra, que cubría cada vez más a determinadas personas, robándoles el alma, de no ser así, no se explicaba como nadie allá abajo, reaccionaba con terror, con asombro, ni siquiera con violencia, ante una situación tan impactante, era como si estuvieran acostumbrados a eso, a que les roben la vida, como si lo que les sucedía fuera tan familiar como un beso de abuela.

Alrededor de las ocho de la mañana, el olor adormecido se fue desvaneciendo, del aroma a sueño quedaba poco, del hedor a parsimonia, nada, la nube-sombra había desaparecido, Facundo la vió cruzar por cada una de las puertas de las oficinas que rodeaban el edificio en que se hallaba su departamento, la calle quedó limpia, clara, llena de luz y sonrisas de niños y algunos adultos, Facundo pensó para sí, que la nube-sombra se formaba sobre las cabezas de las personas que usaban saco y corbata, de los que trabajaban a morir, encerrados entre cuatro paredes, de los que dejaron de jugar, de los que olvidaron sus sueños, de los que dejaron de ser niños y se dejaron robar la vida y la sonrisa, por la nube-sombra del diario y rutinario andar.

2 comentarios:

Luna dijo...

Creo que muchos despertamos muchas veces sólo por segundos, como iluminados y con una vista limpia que nos permite ver lo impercertible para otros, son momentos privilegiados que según mi pobre y muy bisoña opinión logras describir muy gráficamente en éste relato, algo asi como un sueño dentro del sueño en el que finalmente el personaje termina
quedandose dormido nuevamente poco a poco como al despertar..muy bueno en verdad amigo mio, no me sorprendes, era de esperarse...

Erick M dijo...

Luna, entiendes e interpretas mejor que yo, lo que yo mismo escribo, luego de tus comentarios, releo lo hecho y lo entiendo de una mejor manera, gracias por tu incondicionalidad con el blog, sencillamente genial, sigo esperando un post tuyo.