jueves, 18 de febrero de 2010

A Ursula.

Llevaba la mirada mas triste que conoceré alguna vez y a pesar de ello, hizo perder en su voz todo lo vulgar, ruidoso y hasta abyecto que puede ser un bus de servicio público; aposté en aquel instante que no cargaba con mas de once años pero sí con una pena enorme. Se paró frente a todos con la valentía y rudeza que dá el hambre y quizá también el miedo, miedo a los golpes que mostraban sus brazos delgadísimos y amoratados en aquellas aciagas noches en que el regreso a casa con la tarea no cumplida, se volvía atemorizante y mucho más corto de lo deseado.
Un polo de hilo amarillo, un pantalón café de basta raída y un par de sandalias en pleno invierno limeño era todo lo que cubría su frágil cuerpecito; llevaba consigo un cartón repleto de llaveritos de Patos Donald, Micky Mouses y Pukas, pudo ser una de las tantas niñas que suben a diario a los buses con algo que vender y tanto que sufrir, pero ella fue distinta.
- ¡Buenas tardes!, me llamo Ursula, les vengo a cantar.
No pocos despegaron la mirada de las ventanas y voltearon a verla, atraídos por aquel tono tan dulcemente extraño, con miradas tiernas unos, indiferentes otros, pero los que llevábamos una pena encima, caímos atrapados por la voz desgarradora de esta pequeñita que interpretaría el repertorio mas dulce y amargo que jamás haya sido cantado...como lágrimas pero brotando de los labios.
Solo viéndola, traté de dibujar su historia en mi cabeza y ninguno de los trazos tenía un final feliz. Mientras la pequeña Ursula nos regalaba su voz, yo pensaba en la mejor manera de devolverle lo que me daba con sus canciones que fueron tres y hablaban de madres ausentes.
Estaba sentado al lado del pasillo casi al final, y al pasar por mi lado cambié uno de sus llaveros por una moneda y antes que siguiera su camino le pregunté con voz suave y entrecortada, asustado por como podría reaccionar, ¿quieres trabajar para mí?, con toda razón, atemorizada y desconfiada negó con la cabeza, pero quizá encontró algo en mi mirada que la hizo confiar una vez más. Bajamos juntos en el siguiente paradero y al lado de un kiosco, mientras compartíamos un paquete de galletas, le conté que quería escribir una novela y necesitaba su ayuda, que había pasado meses sin que algo llegara a mi cabeza, pero al verla supe que sería, obviamente con su permiso, mi historia; Ursula levantó la mirada y dibujó una media sonrisa y muy valientemente respondió: yo le ayudo señor.
Conocí a Ursula hace 7 meses, no tengo ni media página escrita de la novela que le prometí, pero hoy es mi amiga y comprende mi indisciplina, pasamos horas sentados en los paraderos, ella me cuenta su vida y yo algo de la mía, inventamos historias, reímos y tratamos de darle forma a nuestros dias que en distintos lugares son tan parecidos, ojalá alguna vez me permita tomarle una foto para que puedan darle un rostro a la niña de esta historia.

5 comentarios:

Catty dijo...

Conocer personas en esta vida, nos modifica de alguna manera. Y nosotros también modificamos la vida de dicha persona. Siempre es lindo pensar que el cambio va a ser para bien. Suerte con tu historia.

Anónimo dijo...

excepcional, en serio me encanta tu blog.

Anónimo dijo...

Genial!!! que bueno que conocieras a la pequeña y te mostrara un poco de su vida.
Apoyala en lo que puedas. Suerte.

Anónimo dijo...

Me gustó mucho tu historia y la forma como la contaste.
Suerte.
B

Anónimo dijo...

La historia ya la tienes, miles de paginas en tu cabeza, estoy segura que lo falta es saber somo empezarla, suerte para ti, un beso para ella (no se si tenga los suficientes)