Leo para pensar que existe un borrón y nueva
cuenta, también para mí.
Para dejar de ser quien realmente soy, al menos
por un rato, agazapado bajo la piel de algún personaje de ficción, hasta que
termine abruptamente el chorro de palabras con un punto mandón y tirano, leo.
Leo para darme la oportunidad, mientras dure el
libro, la historia, el cuento, de imaginar que puedo solucionar problemas y
desfacer entuertos solo cerrando una tapa o volteando una hoja.
Leo para creer que puedo comenzar de nuevo o, simplemente,
que puedo no seguir más si así me lo cantasen las pelotas en un momento dado.
Leo por ser un escritor falto de talento,
incipiente, relajado, dado a lo fácil, pero, en contraparte, por ser un lector
esforzado, añoso, disciplinado, pundonoroso, leo.
Leer es mi forma de estar cerca al oficio de
escritor.
Leo porque me gusta la soledad pero, no sentirme
solo, y un texto siempre da la sensación de una soledad acompañada. Acompañada
de personajes, de historias, de frases.
Leo porque la fe ciega me calienta el oído por las
noches con la cantaleta que a punta
de largas horas de lectura llegaré a
ser, con ayuda divina o del demonio, pero con alguna ayuda, un tremendo
escritor, un buen escritor, al menos, un escritor y, yo, le creo, por eso leo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario