domingo, 4 de septiembre de 2011

Apuntes de un ex-descreído.

1
Me confieso pobre, o, al menos no tan rico como imaginé que sería a mis casi treinta años, cuando tenía quince. Soy el poco orgulloso dueño de un humilde y desastrado Nissan del ‘98, amén de un ser inexistente para los registros públicos de bienes inmuebles, un casi base tres sin Blackberry ni Iphone, sin tarjeta de crédito signature y con un pasaporte semi-desnudo y avergonzado (por lo calato) con un solitario sello de entrada a algún país, que, por cierto, ni siquiera fue: Italia, Francia, Australia o Japón, sino, uno de aquisito no más, cruzando la frontera, que me dejó de recuerdo, un añejo, estoico y desdibujado por el paso del tiempo: “República de Chile”, estampado en el documento, de trazo irregular y tinta color violeta.

2

He pensado infinidad de veces en la razón de mi pobreza (la material, ni hablar de la espiritual), partiendo del supuesto, ahora casi negado (por mi), de que el trabajo genera riqueza, sin llegar a una conclusión  coherente o que al menos aplaque en algo mis devaneos masoquistas de cada fin de mes, cuando compruebo que mi edad, se desplaza en modo inversamente proporcional al saldo de mis cuentas.

3
Sin creer en el azar, hasta hoy, he jugado “n” loterías cada fin de semana, esperando equilibrar de alguna manera mi balanza de pagos, tan venida a menos desde que trabajo (más), sin obtener el resultado esperado. Me he obligado, en acto de desesperada disciplina y tras incontables e infructuosos intentos, a aprender de fútbol, hípica, póker, cartomancia, numerología y demás “ciencias ocultas” (aun yendo en contra del pensamiento científico que preconizo) en las que, si bien es cierto, se pierde más veces de las que se gana, cuando se gana, realmente se gana y punto.

4
Jamás creí en la magia, ni en los trucos ni en la suerte, es hora de empezar a hacerlo, a la mierda mi pensamiento científico, a la mierda Santo Tomás y su cojudísimo “ver para creer”, desde hoy, creo en lo que no veo, ya que lo que veo, no me sirve.  ¡Que viva “El Tuno” y “El Huachano”!, ¡la tía que lee las hojas de coca, la otra que lee las nalgas!, ¡arriba las patas de conejo y las herraduras, la “llamaplata” y los limones en la mesita del centro!, ¡oda a la sábila con hilo rojo detrás de la puerta, a las lentejitas de los lunes, a pisar caca en la calle y a que te pique la mano!.
Hasta vernos, me voy a bailar, cubriendo mis partes pudendas con un taparrabo rojo y repitiendo un mantra para la buena fortuna que bajé de internet, sobre la foto de Carlos Slim,  a ver si se me pega algo de la suya, claro está, sin dejar de fumar mi “Ekeko”.


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