domingo, 21 de agosto de 2011

Pequeñas instrucciones para el día en que no esté.

El día que yo muera, quiero que mis cenizas (si mamá, leíste bien, MIS cenizas, son MIS cenizas, yo decido sobre ellas, ni se te ocurra enterrarme, conoces  lo de mi claustrofobia y mi terror a la catatonia) sean esparcidas desde un auto Suzuki  Swift color rojo, a lo largo de la avenida Abancay, en el centro de la ciudad.  Te preguntarás: por qué escogí un auto de ese tipo: por puro mono;  tal vez también te preguntes:  por qué Abancay, la respuesta es menos sencilla y por ello con más contenido que la primera: será como cerrar mi propio círculo, volver al inicio, de qué, no me lo preguntes, al menos todavía no, aún no lo sé, quizá sea una simple percepción o tal vez una fugaz añoranza de aquel primer contacto con miríadas de libros de literatura, los que remplazaron impune y felizmente  a los de Matemática y Biología tan necesarios en ese entonces (y tan aburridos hasta hoy) para mi preparación pre universitaria, enmarcados por los antiguos estantes de la aún más antigua Biblioteca Nacional, en el corazón de la desordenada y caótica  Abancay, allá por mis inocentísimos diecisiete años, cuando probablemente, se instalaron en mí, sin darme cuenta y para no abandonarme más, las ganas de ser un escritor.

Mientras me acompañan por todo el largo de la avenida Abancay, en los parlantes del Suzuki, deberá sonar y durante todo el camino:  “I still haven't found what i'm looking for” de U2, para que quede constancia, al menos entre las cuatro o cinco personas que acompañen mi aventamiento (no deseo y mucho menos aspiro a que hayan más personas que esas cuatro o cinco (detesto las multitudes)), de que, como dice la canción, jamás encontré lo que buscaba pero que tampoco me di por vencido, y, que al menos en ello, me acerqué a Cortázar o tan siquiera a Horacio Oliveira, su personaje de “Rayuela”.

No llanto, todo el que deja esta vida, aun así haya tenido la mejor de todas, al morir, parte hacia un lugar mejor;  ya que no exista el trabajo, es garantía de que: sea lo que sea que nos espere luego de abandonar  el cuerpo físico, será, y de lejos, un mejor lugar.

No quiero misas del mes, del mes y medio, del año ni nada de esas cosas, siempre me aburrieron las misas, aún más que las multitudes;  si quieren recordarme, levanten una copa de vino (no cerveza) al viento y pronuncien mi nombre, es muy probable que echado en alguna cama, desde algún lugar del otro mundo, los escuche y brinde con ustedes...salud!!!.






6 comentarios:

Inma dijo...

Yo también lo he dejado por escrito. Pero a mí, francamente, me importa un rábano lo que hegan con mis cenizas. Les dije a mis sobrinos que, si dejo pasta, se marquen un buen viaje a donde les dé la gana con la excusa de hacer desparecer los restos de la tía excéntrica y solterona. Y no, no quiero lápidas, ni recordatorios, ni misas de réquiem.
Quienes me hayan amado en vida no necesitarán de esas fruslerías para recordarme.

Gracias por volver.

Lulu Ann dijo...

Al menos es la Ave. Abancay y no la Ave. Grau jejejeje. Ay companero Erick, a mi tambien me parece que hay que dejar las cosas dichas y escritas antes de aventurarte al otro mundo ... aunque espero fervientemente que sea en mil anios, no en 50.
Gracias por volver, se te extraniaba demasiado!! :)

Erick M dijo...

Gracias Minita y con tus halagos por el facebook más el link que hiciste haciendo conocido mi blog en Europa (wow, que internacional),quedo más que agradecido.

Erick M dijo...

Lulú, gracias a ti por leerme, tengo muchas ideas en la cabeza, ojalála flojera no me gane esta vez.

Eleanitayotrasespecies dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Erick M dijo...

Gracias Ele,por el tiempo y por lo escrito, una opinión como la tuya es siempre importante y más aun la comparación, probadamente inmerecida, de mi texto con una novela de uno de tus escritores favoritos. Gracias otra vez.